Con el 3%, ¿vuelve el miedo a la inflación?

La subida del IPC de enero al 3,0% supone un cambio de tendencia espectacular y un problema para algunos segmentos de la población.  De momento, las cosas no van más allá, porque la subida es debida exclusivamente a los derivados del  petróleo y la electricidad y quizás a algunos alimentos frescos por las heladas. Sin embargo, el riesgo es que si se mantienen a este nivel (en el petróleo parece seguro) estarán actuando en la cabecera de muchos productos, lo que debe repercutir en una subida de precios posterior en cadena y afectar a la inflación subyacente (la total menos productos energéticos y alimentos no elaborados). Y aquí nos pilla a todos con el pie cambiado. Al BCE con tipos cero y esperando que “la inflación se ponga en el 2%”. Bien ya hemos traspasado el objetivo, ¿y ahora qué? y a muchas empresas endeudadas hasta las cejas aprovechando los tipos mínimos.

A corto plazo el problema mayor lo enfrentan ahorradores y jubilados. Los primeros con retribuciones del 0% o muy cercanas y los pensionistas con una subida del 0,25%. La pérdida de poder adquisitivo teórica ya está aquí, la real tardarán un poco en notarla, pero la notarán. Quienes deben estar animándose son los bancos ante la perspectiva de una subida de tipos y una mejora de márgenes. Pero nos precipitemos.

¿El riesgo de una subida de tipos es real? Lo cierto es que a Draghi se le complican las cosas, ya que no puede hacer un cambio rápido de política, de lo contrario pillaría a muchas empresas endeudadas sin poder de reacción y, por otro lado, el incremento del coste de la deuda pública sería un desastre para muchos países. Está entre la espada de la inflación y la actuación de Trump (y la Fed) con sus propuestas expansivas y la pared de todo el montaje orquestado para eliminar la deflación. De momento, solo cabe esperar que el precio del crudo se mantenga –afortunadamente, parece que así es- tras la espectacular subida de enero y que el frío amaine (y, por supuesto, ¡que llueva, señor Rajoy, que llueva!)

¿Deben quitarse prestaciones al paro como pide el FMI?

En su último Informe Anual, el FMI pide a España, entre otras cosas, que vincule el cobro del paro a la búsqueda de empleo y para ello pide “reforzar la estricta verificación de la búsqueda activa de una ocupación y la participación en programas de activación para recibir un subsidio de desempleo”. Hasta aquí, ninguna novedad. Ni es la primera vez que lo pide, ni será la última. Por otro lado, es una petición que es de sentido común. Si alguien no busca trabajo, ¿por qué se le debe subvencionar? En realidad, los países serios actúan así y no es de extrañar que en una encuesta que está llevando a cabo “La Vanguardia digital”, el 75% de personas que responden estén de acuerdo con esta propuesta.

Pero no todo es tan fácil en nuestro país. Por ejemplo, ¿cómo saber que un parado está en busca activa de empleo? Alguien de la Administración –que es quien paga-  deberá verificarlo, digo yo. Pues aquí empiezan los problemas. ¿Sabéis cuántos parados buscan trabajo a través del servicio de empleo público estatal (SEPE)? Según la última encuesta del CIS un 36%. Es poco, ¿verdad? Sobre todo si tenemos en cuenta que un 47% lo hacen a través de la familia y un 45% a través de amigos y un 42% por internet. Sí, suman más de cien, porque buscan a través de distintos canales, lógico.

Y, ¿por qué se prefiere la familia y amigos al SEPE? Muy sencillo, porque según la misma encuesta del CIS a la pregunta de ¿cómo consiguió usted su último trabajo? Resulta que un 23% lo consiguió a través de amigos y conocidos, un 19% a través de familiares y un 3,7% a través de los servicios públicos de empleo. Aquí tienen la respuesta: estos servicios NO funcionan bien en nuestro país y nadie se fía de ellos. Y de aquí el problema que planteaba, si soy la administración, ¿cómo estar seguro de que alguien está buscando empleo con amigos o parientes? Aquí no valen los actos de fe. Hay en juego dinero y se ha de estar seguro. ¿Obligando a realizar cursos de reciclaje? Sí, es una opción, pero los actuales han de mejorar mucho para que sean realmente efectivos.

Y ya veis cómo algo que parece de sentido común se complica a la hora de ponerlo en marcha. Porque hay más preguntas. Por ejemplo, ¿cuál es el tiempo idóneo para recibir la prestación?  ¿Sabéis que en España el período medio de estancia en el desempleo es de 15 meses, según Asempleo? Y con grandes diferencias. Los jóvenes permanecen unos 9 meses de promedio y los mayores de 55 años llegan a estar 2 años o más en esta situación. ¿Buscan o no trabajo los mayores? Los que tienen estudios unos 12 meses mientras los sin estudios más de 17 meses. Ah! y las mujeres dos meses y medio más, como promedio, que los hombres

Pero hay más. Según el SEPE, en noviembre de 2016 en España solo un 55% de parados estaban protegidos (1,99 sobre 3,7 millones de parados), una cifra que baja alrededor del 30%, si se toman los cálculos (distintos) de CCOO. En ambos casos, el único punto en común es que en estos últimos años la tasa de protección ha caído 10 puntos. Ahí sí que parece hay acuerdo y puede aceptarse como correcto. ¡Señores del FMI, ya estamos en línea con lo que piden!

Y ¿cómo se lo montan quienes no reciben ayudas (se han ampliado con algunas específicas para segmentos concretos de parados)? Según Adecco, el 82% de estos parados sobreviven gracias a la familia y amigos.

A partir de aquí, haced vuestros números y dadle vueltas al asunto, pero a mi me parece que todo debería empezar por el principio: por arreglar los servicios públicos de empleo y que fueran eficientes. De otra forma, todo serán palos de ciego y dinero tirado. Y que se genere trabajo, por supuesto…